De repente el niño parece fascinado por aprender algo. Y solo está interesado de forma genuina en eso. No se trata de un capricho. O lo aprende ahora o lamentablemente cuando más adelante quiera aprenderlo (o queramos enseñárselo) lo hará con mayor esfuerzo y de manera menos profunda.
Durante el tiempo de los llamados "periodos sensibles" del niño, cierto grupo de neuronas se vuelven más activas que otras. Es el momento ideal, perfecto, para sumergirse en la actividad deseada y que se formen conexiones y redes neuronales fuertes, que serán duraderas y servirán como lugar fértil para unir más adelante nuevos aprendizajes más complejos.
Por ejemplo, la posibilidad y capacidad de incorporar más de un idioma se daría de manera “natural” antes de los 6 años, con un input necesario y frecuente. Luego de este período pasaría a ser un aprendizaje, lo cual requiere otro “esfuerzo”, porque la constitución de su mente ha cambiado.
Pero ¿qué son los períodos sensibles?
Un período sensitivo o sensible es el tiempo transitorio en el cual el niño muestra un interés apasionado, como si fuese una fascinación, por un solo aspecto del ambiente que logra dejarlo absorto.
Se trata de sensibilidades especiales que se encuentran en todos los seres en evolución, es decir, en la infancia, los cuales son pasajeros y se limitan a la adquisición de un aprendizaje determinado. Una vez desarrollado cesa la sensibilidad correspondiente.
El científico holandés Hugo de Vries descubrió los períodos sensitivos en los animales, pero fue la Dra. María Montessori, en sus escuelas de Italia, quien observó hace cien años estos períodos en el crecimiento infantil y los utilizó con sabiduría para acompañar esa valiosa sed de aprendizaje en niños y niñas.
Estos períodos se dan desde el nacimiento hasta los seis años, durante el período de la mente absorbente.
El niño atraviesa varios “períodos sensitivos” o ventanas de oportunidad” o “sensibilidades creativas”, las cuales aparecen de forma paralela, pero no necesariamente se manifiestan todas al mismo tiempo (Hugo De Vries).
“Un niño aprende las cosas en los períodos sensitivos, que se podrían parangonar a un faro encendido que ilumina interiormente, o bien a un estado eléctrico que da lugar a fenómenos activos…” Maria Montessori
Esta sensibilidad permite al niño ponerse en contacto con el mundo exterior de un modo excepcionalmente intenso. Y entonces le resulta fácil aprender, todo es entusiasmo y vida.
Son esas sensibilidades interiores las que guían al niño en la elección de lo necesario en el ambiente. Guían haciendo sensible al niño únicamente para ciertas cosas e indiferente para otras.
“Cuando se encuentra en un período sensitivo, es como si emanara del mismo una luz divina que iluminara únicamente ciertos objetos sin iluminar los demás, y en aquellos se concentra el universo para él” Maria Montessori
¿Cómo son esos periodos sensibles?
- Son universales y están presentes en todos los niños por igual.
- Permiten al niño adquirir una cierta habilidad, característica, cualidad o capacidad “aparentemente” sin esfuerzo o fatiga.
- En los períodos sensitivos el niño tiene sensibilidades que lo impulsan a explorar. Aparecen como un “intenso interés” por algo que existe en el ambiente.
- Como decíamos, solo ocurren durante los primeros seis años de vida y no se repiten jamás. Esto implica que aparecen por un corto y determinado tiempo y luego desaparecen, se haya cumplido o no la necesidad o la función establecida.
- Si se pierde un periodo, la habilidad puede ser adquirida posteriormente con mayor esfuerzo, pero ya no no totalmente absorbida en su mente.
- El niño inconscientemente, intuitivamente, elige del ambiente aquello que es necesario para su desarrollo y crecimiento. Se siente atraído por ello con fuerza y lo absorbe naturalmente.
- Es un período intenso de actividad que (aparentemente) no causa fatiga, provoca una profunda alegría interna, satisfacción y renovación.
A menudo los adultos (por desconocimiento) interferimos en este fenómeno
Como adultos podemos obstaculizar sin darnos cuenta al niño en sus períodos sensitivos:
- Realizamos acciones que no respetan sus necesidades internas, frenando, limitándolo o desviando sus intereses o su atención.
- Cuando no le damos libertad para relacionarse con el ambiente de acuerdo con sus necesidades internas inconscientes o cuando no le permitimos recibir experiencias positivas.
Generalmente, pensamos que el niño debe seguir ciertos patrones o ideas que “nosotros creemos mejores para ellos”. Esta “desconexión” o falta de conocimiento al mirar al niño nos desvía de nuestra tarea de acompañarlo óptimamente en su evolución, porque comienza a crearse una “lucha de poderes” entre el deseo vital del niño y la necesidad o deseo adulto, muchas veces atravesado por tiempos u obligaciones que, en general, no interesan al niño.
Por lo tanto, para tal fin, es fundamental observar y confiar en el niño, en su proceso saludable de desarrollo y en que eso que él busca está totalmente alineado a un plano del desarrollo, a un período sensible a tendencias humanas que lo acompañan sabiamente en su evolución.
Podríamos entender por obstáculos:
- no permitir al niño tocar ciertos objetos.
- no dejar que se exprese, hacerlo callar.
- no querer escucharlo, descalificarlo.
- sobre-estimularlo.
- no exponerlo al ambiente, a la realidad.
Liberarlo de nuestro juicio
Muchas veces la reacción de disgusto del niño al ser apartado de sus verdaderos intereses es calificada de "caprichosa" por parte del adulto. Estas reacciones son, sin duda, manifestaciones del niño que busca seguir su pulsión de vida. Son expresiones externas de necesidades insatisfechas, siempre refiriéndonos a la coherencia con el período sensitivo que atraviesa el niño.
Por ejemplo, cuando está atravesando la explosión del lenguaje, callarlo permanentemente para que no hable. El niño internamente sabe que la repetición lleva a la perfección y necesita hacerlo para autosuperarse, para adaptarse y hacerse entender cada vez mejor.
Por lo tanto, es necesario comprender cada interés infantil que nosotros denominamos como capricho, precisamente porque su sentido se nos escapa, cuando podría representar, en cambio, una guía para penetrar en los rincones misteriosos del alma infantil y preparar un período de comprensión y de paz en nuestras relaciones con el niño.
La sobre-estimulación también crea desorden interno, porque la mente llega a cerrarse para no recibir más estímulos. También el desorden externo o la falta de rutina conducen a un desorden interno.
Los conocimientos o habilidades que no se adquirieron durante el período sensible, destinado naturalmente a incorporarlos, podrán en algunos casos ser adquiridos con posterioridad con un esfuerzo mayor, sin ser absorbidos por la mente, como en la etapa correspondiente. En otros casos puede suceder que se pierda para siempre la posibilidad de desarrollar la habilidad correspondiente a ese período.
Pasados los períodos sensibles ya no se absorbe sin esfuerzo, sino que se aprende con esfuerzo. Por eso se dice que “los niños absorben, los adultos aprenden”.
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